SARS-COV2
La infección por el virus del SARS-COV2 es un proceso patogénico de alta capacidad de propagación y potencial gravedad que suele ingresar por la mucosa respiratoria, pero que produce una tormenta inflamatoria sistémica de alto alcance a otros órganos de la economía humana.
Dada la heterogeneidad de su espectro de presentación, desde su curso asintomático hasta la muerte, el rango de variabilidad de afectación, de repercusiones y de secuelas a corto y largo plazo también es muy amplio. Este virus tiene su llave de entrada por el sistema respiratorio (produciendo desde una infección respiratoria alta hasta una complicación con neumonía), pero es muy propenso a desarrollar otras afectaciones orgánicas, siendo las principales el corazón (miocarditis, pericarditis, infarto agudo del miocardio), la circulación sistémica (vasculitis, trombosis), el músculo esquelético (miopatía periférica), renal (insuficiencia renal), hematológico (problemas de la sangre con bajas células de defensa y plaquetas) o neurológico, entre otros.
De esta manera, los pacientes afectados por COVID-19 pueden ser clasificados por su impacto y gravedad en tres grandes grupos: a) de grado leve (suelen tener curso asintomático o con leves molestias, sin secuelas importantes), b) de grado moderado (con involucro a nivel pulmonar y molestias mayores, pero sin necesidad de atención hospitalaria) y c) de grado severo (con involucro pulmonar, molestias importantes, baja oxigenación en sangre y necesidad de atención hospitalaria o incluso intubación y apoyo ventilatorio con respirador). Los pacientes con COVID-19 de grado leve pueden reiniciar ejercicio físico y estilo de vida diaria normal al término de su aislamiento sin problema alguno. En cambio, los pacientes con COVID-19 de grado moderado a grave suelen ser candidatos a programas supervisados de rehabilitación cardiopulmonar (RHCP).
El programa de RHCP es una intervención interdisciplinaria, en el que a través de entrenamiento físico (cardiovascular, de fuerza muscular periférica y terapia inspiratoria), atención nutricional, psico-emocional y control de factores de riesgo, se intenta restaurar la función del pulmón, corazón, músculo y otros órganos afectados por este virus, a lo largo de un tiempo en el que el paciente deberá de ir de forma regular al centro que la imparte, con la finalidad de producir un proceso adaptativo que le permita reincorporarse a su estilo de vida habitual de la mejor manera posible.
Lo primero que suele hacerse en dicho programa es una evaluación funcional por parte de un especialista (suele ser cardiólogo o neumólogo) y con ello determinar la necesidad de prueba de esfuerzo y evaluaciones de fuerza y función respiratoria, para poder conocer el riesgo del paciente e instaurar la prescripción del entrenamiento. Una vez hecha la programación de todas las citas, el paciente acude a ser rehabilitado por el equipo en cuestión, de forma monitorizada por frecuencia cardiaca, saturación de oxígeno, tensión arterial y trazo electrocardiográfico, con la idea de recibir una dosis adecuada de entrenamiento funcional que permita restablecer las reservas perdidas por la enfermedad de manera profesional y con la atención del nutriólogo y psicólogo para satisfacer todas las esferas de posible afectación del paciente.
Al final del programa el paciente recibe no sólo una evaluación final para ver el alcance del mismo, sino también logra el aprendizaje de lo que deberá hacer el resto de su vida, con la idea de continuar el proceso de recuperación a nivel domiciliario y reintegrarse cuanto antes a un estilo de vida saludable que le permita ganar no sólo expectativa de vida libre de discapacidad, sino calidad de vida misma. En México existen sólo 10 centros certificados por la Sociedad Mexicana para el Cuidado del Corazón para impartir esta rehabilitación.
DR. JORGE ANTONIO LARA VARGAS